Fíjense bien, por favor, que Moisés no incluyó entre los diez mandamientos el de “¡No mentirás!”. ¡No fue una casualidad! Porque quien dice “¡No mientas!” tiene que decir antes “¡Responde!”, y Dios no le dio a nadie el derecho a exigir de otro una respuesta. “¡No mientas!”, “¡Di la verdad!”, son palabras que un hombre no debería decirle a otro si lo considera un igual. Quizá Dios sea el único en tener derecho a decírselas, pero no tiene ningún motivo para hacerlo porque todo lo sabe y no le hace falta respuesta.
“El undécimo mandamiento”, La inmortalidad, Milan Kundera (1990).
Andrea Toribio (San Víctor)