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Evangelio joven: «Y la luz brilla en la tiniebla» (2-ene)

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne,
ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
«Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Jn 1, 1-18

Cuando le preguntamos a nuestra abuela cuál es el secreto para que ese cocido, puchero, guiso… salga tan bueno, la respuesta suele ser más o menos la misma: “Deja que se cocine a fuego lento”. Algo así nos están contando las lecturas de este Domingo de Navidad. Hemos estado preparándonos durante cuatro semanas para la llegada del Hijo de Dios a nuestras vidas, un tiempo largo para dejar que las cosas que se preparan se asienten bien.

¿Nos hemos preparado para iluminar nuestras tinieblas?

Hablando con unos niños, me decían: “Claro, el Adviento es tan largo, porque lo que vamos a recibir es muy importante, y tenemos que estar muy preparados”. Y entonces a mi me surgió la duda, ¿Nos hemos preparado bien? ¿Hemos dejado que nuestro guiso se vaya cocinando poquito a poco? o por el contrario hemos puesto la “olla express” y hemos ahorrado tiempo.

En este tiempo de Adviento que dejamos atrás hemos estado viendo cuáles son las tinieblas que queremos que sean iluminadas por Jesús, por eso es un tiempo tan largo, porque mirar en nuestro interior, reconocer cuáles son mis miedos, mis inseguridades, mis fragilidades… requiere de tiempo y paciencia con uno mismo. Reconocer que somos limitados, que nuestras vidas no son infinitas, que no llegamos a todo por nosotros mismos, que hay veces en las que caemos, que querer no siempre es poder… pues precisamente, en medio de esas tinieblas, Dios se hace hombre para que puedas seguir adelante, pero con Él.

Ojalá que este año que comenzamos pueda ser un año para disfrutar con Él de nuestras tinieblas, de ir juntos iluminándolas, poquito a poco, “a fuego lento”, saboreando cada descubrimiento, construyendo desde Él y con Él. Abandonándonos cada vez un poquito más en Él y haciéndole participe de nuestros planes.

Feliz Año nuevo a todos, y que la luz que ha nacido en nuestro corazones ilumine también las tinieblas de los que nos rodean.

Ignacio Cervera Mira ss.cc.